Un grupo entrena en el centro de Jerusalén cerca de esquina de las calles Kikar Jatulot y Ben Yehuda en el mismo lugar donde hace algún tiempo ocurrieron atentados terroristas y esporádicamente, choques menores entre judíos y árabes, pero los dominios de la capoeira permanecen ajenos a las grescas.
El instructor es Alón, un atlético israelí-judío-chileno. Consultado sobre cómo ha conseguido la capoeira fraternizar a judíos y musulmanes en una región tan difícil, Alón aseguró que "surgió espontáneamente. Años atrás hubo roces y conforme cada uno iba progresando en comprender la capoeira se iban uniendo y hoy no pueden ser divididos".
Sus alumnos en la ciudad, Ierushalaim para los judíos y Al Quds para los musulmanes, comentan que la capoeira, entre esclavos y fugitivos, se constituyó en un deporte social de interacción sin distinción porque el anhelo de libertad era el mismo para todos.
En el centro de Jerusalén se escucha el sonido del berimbau, hay jóvenes reunidos en una roda como antaño hicieron los esclavos brasileños.
Los orgullosos compañeros judíos, musulmanes, cristianos y laicos de Shadi, cantan con mayor fuerza y el sonido del berimbau se siente como si fueran enormes alas cubriéndolo todo; la capoeira de la Ciudad Santa tiene un nuevo adalid.
Es un logro de convivencia social en Jerusalén de inestimable valor, conseguido con el embriagante y exótico canto a la libertad e igualdad llegada desde Brasil.
Fuente : http://www.cciu.org.uy
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